Segundo día de recorrido en los Bañados de Asunción

La Escuela de Agroecología de Conamuri visitó hoy el Bañado Norte, como última actividad programada en el marco del aprendizaje y del intercambio de experiencias con la ciudad.

Representantes de la Coordinadora de Defensa Comunitaria del Bañado Norte (Codeco) actuaron de guía con la juventud visitante hasta la zona de los refugiados por la crecida del río Paraguay.

Allí comentaron que no van a volver a pedir ayuda al gobierno considerando su falta de compromiso con la ciudadanía bañadense, sino que han decidido quedarse y construir palafitos (viviendas sobre agua), como ya han implementado algunas familias.

La titular de la Codeco, María García, indicó que la expulsión de la zona ribereña incluyó en el paquete la creación del barrio San Francisco, donde una gran población se trasladó, pero que en ese lugar “construyeron solo viviendas, no comunidad”. Dijo que el gobierno de Cartes (2013-2018) aprovechó la desesperación de la gente afectada por la inundación y que en ese estado de shock accedió a mudarse hasta Zeballos Cué, donde no hay puestos de trabajo que les permita cubrir los costos de servicios básicos, como agua, luz, estudios, salud, etc. “Es un proyecto que no fue pensado para los pobres”, reflexionó.

Por esa razón, muchos decidieron volver a los Bañados o lo que queda de la Chacarita, a trabajar en el reciclado, que es lo que conocen, y solo van a San Francisco para dormir.

El Bañado Norte, al igual que el Sur, es una amalgama de culturas, de familias procedentes de diversos departamentos que han terminado identificándose con una cultura homogénea propia y autóctona, alimentada por las circunstancias comunes en más de 70 años de existencia.

“Aquí tenemos una forma de vida única, nos consideramos parte de la ciudad, reivindicamos el derecho a vivir en la ciudad, pero también tenemos nuestros animales domésticos, tenemos cultivos a duras penas, lo que permita la tierra anegada; tenemos arraigo, pero en nuestras venas corre sangre campesina. La lucha la llevamos en mayor parte las mujeres, la defensa del territorio la hacemos nosotras porque sentimos más en la piel las necesidades”, manifestó María.

Los avances de la avenida Costanera amenazan con expulsar a 600 familias sin mesa de diálogo, en función de intereses empresariales y avalados por el Estado a través del Ministerio de Obras Públicas. “Ellos vinieron sin consultar a nadie, trajeron la maqueta de lo que quieren hacer aquí, no nos preguntaron qué queremos, no explicaron de qué trata el proyecto vial, en qué afectaría nuestras vidas”, dijo María, indicando que la falta de voluntad política es el peor escollo con que tropiezan, incluso más que las cíclicas inundaciones. “Como solución nosotros desde las organizaciones bañadenses proponemos la defensa costera, incluso los técnicos dicen que la avenida puede servir como muro de contención, realizarse bombeos, hacerse canalización de los arroyos, pero no hay voluntad política para esto, las autoridades quieren recuperar este territorio y entregarlo al sector inmobiliario, quieren abrir edificios de departamentos, tiendas lujosas, no les interesa escuchar ni trabajar con la población, desconocen a las organizaciones sociales”.

En la década de 1940 arribaron las primeras familias oriundas del campo y desde entonces se pusieron a dar vida al lugar. Relleno tras relleno hicieron un lugar habitable, construyeron viviendas dignas, escuela, puesto sanitario, centros comunitarios, mediante un gran esfuerzo y voluntad colectiva, mediante ayuda mutua y solidaridad.

Ahora, al arbitrio de empresarios inescrupulosos, quieren arrebatarles la bahía asuncena donde a la tardecita se respira un suave viento que viene de la ribera. “Pero vamos a seguir luchando, este lugar es nuestra vida, así de fácil no nos van a arrebatar”.

Para finalizar el programa de visita, la juventud de la Escuela de Agroecología entregó semillas campesinas de maíz, maní, rama de mandioca, diferentes clases de poroto y habilla, como un símbolo de confraternidad, empatía y luchas sintonizadas de la clase trabajadora, tanto del campo como de la ciudad.

Después convidaron a consumir alimentos elaborados a base de maíz como ka’i ku’a, chipa guasu, avati mimói, tortilla de avatiky.