Relación del feminismo con el socialismo

Si no construimos desde el feminismo revolucionario, no será revolución*

Actualmente en América Latina vivimos en sociedades donde la hegemonía del poder se encuentra en manos del sistema capitalista, con relaciones sociales de sexo establecidas por el sistema patriarcal. Por ende, las y los militantes que tienen el objetivo de transformar la realidad para lograr una sociedad igualitaria y libre para todas y todos, deben estudiar, analizar y accionar desde el feminismo entendiendo esto como la necesidad de superar la explotación, la opresión y la apropiación que se dan en un modelo estructurado por la raza, la clase y el sexo dados.

La lucha de las mujeres en la transformación de las relaciones patriarcales de sexo nos muestra en la historia que el modelo bajo el cual vivimos puede ser superado y cambiar radicalmente. La participación de las mujeres es esencial para lograr llegar a la revolución socialista, y más aun de las mujeres con conciencia militante feminista.

En este sentido, el feminismo trae elementos que no solo invitan a interpelarnos como sujetos insertos en un contexto determinado, sino que también invita a avanzar hacia esa transformación tan anhelada, y aun más: da cuenta de las razones por la cual nos estancamos.

Relación entre feminismo y socialismo

La propuesta política desde el feminismo marxista sugiere que la historia de explotación, opresión y apropiación de las mujeres puede ser revertida, a pesar de que la misma ha sido perseguida, criticada, negada por mucho tiempo en organizaciones y partidos de izquierda. Bajo el argumento del viejo mito “una vez llegado a la Revolución Socialista podemos comenzar a luchar por abolir las opresiones”, incluso hemos escuchado y seguimos escuchando que el feminismo atrasa, divide la lucha. Sin duda alguna esta situación revela que la condición de privilegio del sistema patriarcal es defendida por los hombres orgánicos al patriarcado-racista-machista, independientemente de que este se llame de izquierda.

El socialismo es un modelo que tiene por objetivo romper con la explotación y toda forma de opresión, es la utopía máxima por lograr la transformación estructural donde las relaciones sociales se den de forma igualitaria y en una libertad real. Teóricos, luchadores como Carlos Marx, Vladimir Lenin, Alexandra Kollontai, Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo, solo por citar a algunas de las personas que nos inspiran a creer y luchar por esa transformación en el día a día, quienes han señalado y contribuido en la necesidad de la participación de las mujeres trabajadoras en el proceso de transformación social.

“La consolidación de un movimiento de liberación de las mujeres es la respuesta a la condición de trabajadora y de mujer oprimida en el sistema capitalista. El potencial revolucionario de su lucha organizada no solo pone en cuestionamiento las bases del sistema en sí, sino también constituye un golpe mortal para las posiciones dentro del movimiento obrero que piden ‘moderación, paciencia y sabiduría’, tratando de contener la combatividad femenina dentro de los límites del sistema” (Cisne, Mirla, p.114).

El feminismo es una apuesta política que propone relaciones sociales de sexo igualitarias, la transformación social, la humanización. En este sentido, el feminismo cimentado en la teoría marxista y con un claro horizonte socialista, propone romper de raíz con el modelo patriarcal-machista-racista lo cual es superior a romper solamente con el sistema capitalista.

Grandes mujeres a lo largo de la historia han comenzado el camino y nos dan luces para comprender y sustentar la factibilidad material de la relación entre el feminismo y el socialismo. “Emma Goldman (1978) en 1906, ya resaltaba la importancia de la auto-organización de las mujeres para su liberación. Goldman afirmaba que la igualdad en el trabajo y derecho al voto no eran suficientes para alterar la situación de las mujeres en la sociedad” (Cisne, p. 112-113). Por otra parte: “De acuerdo con Perrot (1979), la cuestión de los derechos de las mujeres o la igualdad entre los sexos surge de las coyunturas históricas marcadas por los proyectos de transformación social y política o por las grandes utopías revolucionarias” (Cisne, pag.113). Podemos afirmar que para lograr romper con las relaciones de sumisión de las mujeres se debe romper con las prácticas sociales establecidas, esto nos indica la necesidad de buscar las formas de desarticular la relación patriarcal-racista-capitalista.

Respecto a la relación del feminismo con el socialismo, podemos colocar que la misma busca la emancipación de las mujeres, no como una concesión o un favor sino como una tarea revolucionaria que debe ser realizada para emancipar a toda la humanidad. “La liberación de una mujer es una necesidad fundamental de la revolución, una garantía de su continuidad, una condición de su triunfo. La revolución tiene por objetivo esencial la destrucción del sistema de explotación, la construcción de una nueva sociedad liberadora de potencialidades del ser humano y que reconcilia con el trabajo, con la naturaleza” (Cisne, p.116).

La lucha contra el capitalismo y particularmente contra el modelo patriarcal se ve explicitada en la explotación del trabajo de una clase sobre otra o bien de un grupo sobre otro, la jerarquía que sitúa a hombres ricos o pobres con privilegios por encima de las mujeres reduciéndolas a la categoría de cosa, esto principalmente sobre las mujeres pobres.

Es necesario comprender que la división sexual del trabajo dentro del sistema patriarcal y capitalista, además, crea una partición donde la esfera pública en cuanto a lo productivo es dada al hombre, y la esfera privada que conlleva una serie infinita de obligaciones, ata a la mujer a la tarea reproductiva. Entonces el hombre aun siendo un trabajador de la clase puede vender su fuerza de trabajo en un tiempo determinado, siendo explotado; por otra parte la mujer reducida a ser una cosa tiene obligaciones dentro del ámbito familiar nuclear y en caso de vender su fuerza de trabajo, ella sigue siendo más explotada porque debe responder a las tareas del trabajo asalariado –con menos paga– y a las necesidades del marido, hijos, familiares.

Es claro que no podemos esperar a que se realice la revolución socialista para comenzar a transformar en el día a día las relaciones patriarcales de sexo, comenzar a establecer relaciones igualitarias, relaciones humanizantes porque corremos el riesgo de perpetuar un modelo desigual o cometer errores históricos. Tanto el feminismo como el socialismo no aceptan ningún tipo de opresión. “Las mujeres desaparecen cuando el orden vuelve a reinar cuando la sociedad se disciplina. Por eso, el proceso de organización del movimiento de las mujeres debe promover la lucha no solo contraria al sistema, también al conservadurismo en la izquierda, lo que para nosotras es indispensable para la consolidación de un movimiento revolucionario” (Cisne, p. 114).

Entonces según Waters: “Los revolucionarios no deben preocuparse con la lucha de las mujeres solamente porque darán un gran peso de movilización para la lucha de clases, y hasta porque esa lucha es un asunto de vida o muerte para el movimiento obrero”. Dentro de nuestras organizaciones, nuestras prácticas, en el compromiso de construir teorías que den cuenta de esta situación y que luchen por una ruptura real y no solo políticamente correcta con las relaciones de explotación, opresión y apropiación del cuerpo y por ende de la vida de las mujeres.

“Es necesario percibir que la lucha feminista no es apenas una cuestión de interés de las mujeres, de la humanidad que pretender ser libre”. Por tanto según Cisne una lucha revolucionaria, debe buscar la desalienación de las relaciones sociales, que dé cabida a relaciones humanizantes, que descosifique a la mujer, entendiendo que la emancipación de las mujeres es la emancipación de toda la humanidad.

El feminismo materialista es claramente socialista revolucionario en el sentido de que busca romper radicalmente con las relaciones de explotación y opresión, busca la humanización y la emancipación de toda la humanidad. Tiene claridad en que no se puede negociar la igualdad y la libertad para la clase trabajadora, reconociendo que la clase trabajadora es la clase revolucionaria.

*Trabajo realizado por Cony Oviedo, educanda del 5° Curso de Especialización de Estudios Latinoamericanos (Brasil).