¿Paraguay está dejando de existir?

Posicionamiento de Ñamoseke Monsanto sobre el veto presidencial a la expropiación de tierras en Guahory

Paraguay fue un país soberano, habitado por una comunidad nacional que vivía en paz. Pero la conducción del Estado de los últimos 147 años, subordinado al capital internacional, está logrando que el Paraguay deje de existir. Horacio Cartes es el último eslabón de una cadena de ideas y decisiones que están acabando con la existencia del país.

Si aquel Paraguay soberano existiera, estaríamos celebrando el veto de Horacio Cartes a la expropiación de tierras en la colonia Guahory, porque es extraordinariamente absurdo que un país compre su propia tierra.

Si aquel Paraguay soberano existiera, también celebraríamos las declaraciones de Justo Cárdenas (Indert), cuando reconocía que la anulación de títulos era imposible porque la Unión de Gremios de la Producción controla el Poder Judicial, y hace una defensa corporativa de los títulos de propiedad ilegítimos que tienen sojeros brasileños en el lugar. Si Paraguay existiera, esas declaraciones se darían en el contexto de hacerse una denuncia a la ciudadanía, para que esta acompañe a su gobierno en la recuperación de la soberanía.

La culpa no es de Cartes solamente, sino de las ideas de todos los que integran el agronegocio. Si aquel Paraguay soberano existiera, no sería este país pensado y vivido para beneficio del agronegocio. No seríamos víctimas de un modelo productivo que ni necesitamos ni estamos en condiciones de soportar, que nos obliga a convivir con millones de hectáreas de monocultivo tóxico, a envenenar nuestras aguas con arrozales fumigados; a deteriorar nuestros suelos con eucalipto para que puedan seguir secando sus granos a leña, y a multiplicar la pobreza hacinada en la periferia de las ciudades. Un modelo que profundiza la incansable usurpación del Chaco, que nos somete a una guerra química que deja el territorio nacional sin condiciones compatibles con la vida, donde se siguen derribando montes, derramando cientos de miles de toneladas de agrotóxicos, multiplicando la tragedia nacional que significan abortos y malformaciones, cánceres y enfermedades neurológicas. No estaríamos perdiendo nuestras razas de maíz, imprescindibles a nuestra cultura, y sobrarían los alimentos sanos y locales.

De ese modelo productivo hegemónico pueden esperarse las más destructivas decisiones. Ellos son especialistas en destrozar la humanidad, la naturaleza, la vida. No nos sorprende lo de Guahory. Pero sigue indignándonos.