La Soberanía Alimentaria como aporte del campesinado para la producción de semillas y alimentos

Se desarrolla desde hoy, en la Plaza de la Democracia, la Feria de Semillas Nativas y Criollas “Heñói”, iniciativa de muchas organizaciones sociales, movimientos campesinos e indígenas y redes vinculadas con la defensa del medio ambiente. Esta sexta edición del evento coincide con las movilizaciones de la Coordinadora Nacional Intersectorial, que ya lleva casi 20 días en Asunción en la búsqueda de respuestas a reclamos con antecedentes históricos, agravados por la crisis general y los impactos del clima.

Por un lado, tenemos a 17 mil familias marchando en la capital para visibilizar la problemática que afecta al campo, en un marco de abandono por parte del Estado a la producción de la agricultura campesina. Productores y  productoras que surten los mercados de abasto fueron empujados a dejar los cultivos tradicionales para destinar sus fincas a variedades como la chía, el sésamo, la caña de azúcar u otros rubros que no son necesariamente del interés de las familias, las cuales tienen incorporadas prácticas como la diversificación de los cultivos y la conservación de una parte de sus productos para el autoconsumo, prácticas que no se contemplan en los rubros de exportación.

Las marchas campesinas que se realizan en Asunción estos días exponen ese problema: el Estado propuso trabajar rubros de renta no tradicionales sin prever todos los riesgos, dejando al campesino solo ante la mala cosecha por causas naturales y habiéndole creado falsas expectativas en cuanto a los mercados y los precios. Las deudas con entidades del sistema financiero se deben a la urgencia de salvar a sus hijos de la miseria y el hambre.

Foto/Charita Py

Al Estado paraguayo le toca asumir su parte de responsabilidad en esta problemática que afecta a las familias agricultoras. De lo contrario, se estaría contribuyendo en multiplicar el número de familias campesinas sin tierra, víctimas del Estado que sí tiene cómo subsidiar el agronegocio o condonar la deuda de empresarios del transporte.

Por otro lado, la exuberancia expresada en las ferias que se realizan en la capital estos días de finales de julio, resaltando la Feria de Semillas Nativas y Criollas Heñói, nos habla de las riquezas que produce la clase trabajadora del campo y que no están valoradas en este sistema perverso. Al contrario, el modelo agroexportador desplaza y destruye los frutos de las familias campesinas cuando penetra en la olla y en la chacra con su dinámica de endeudamiento.

La reciente 7ma. Conferencia Internacional de La Vía Campesina, que reunió a más de 500 delegados y delegadas de 4 continentes y que se realizó del 16 al 24 de julio en el País Vasco, dice en su Declaración final:

Foto/Conamuri

«La agroecología campesina es la base de nuestra propuesta y visión de la soberanía alimentaria de los pueblos del mundo. Para hacerlo, urge la genuina reforma agraria integral y popular, la defensa de los territorios indígenas y campesinos y la recuperación de los sistemas alimentarios locales.

Además de fortalecer y desarrollar nuestros mercados campesinos, necesitamos construir nuevas relaciones entre las clases populares del campo y de la ciudad, así como nuevos canales de distribución y de venta, construyendo un nuevo modelo de relaciones humanas, económicas y sociales, basadas en el respeto, la solidaridad y la ética. Con la reforma agraria, la agroecología campesina y la soberanía alimentaria enfriamos el planeta y construimos sociedades más justas y humanas.»

Esto es de lo que hablamos cuando nos referimos a la Soberanía Alimentaria: producir alimentos y no importarlos. Comer diversa y saludablemente, sin uso de agrotóxicos que perjudican no solo la salud y la economía de las personas, sino que también provocan daños irreparables a la naturaleza. Tener mercados locales, libres del apremio de recorrer largos kilómetros para encontrar dónde colocar comercialmente las cosechas y materias primas.

Foto/Conamuri

La feria Heñói, así como las demás que promueven un diálogo entre el campo y la ciudad, demuestra a las claras la importancia de las semillas autóctonas y por qué es urgente cuidar de ellas a través de políticas públicas adecuadas y eficaces. Las semillas son el patrimonio de los pueblos al servicio de la humanidad y si no las cuidamos serán todas patentadas y privatizadas por las voraces corporaciones transnacionales, como ya ocurre en otras partes del mundo.