Campaña «Topa jejahéi kuña rekovére»

Ser mujer en una sociedad profundamente machista, regida bajo el patriarcado, el capitalismo y el racismo, nos plantea la vida como una lucha constante. Una sobrevivencia, más que una vida, propiamente dicha. Como si oficialmente nuestras vidas no valieran nada, y hay que estar probando una y otra vez lo contrario. Esta situación se ilustra con una cifra: los 37 feminicidios en lo que va del año, casos que duelen, pero que también nos interpelan y nos comprometen a seguir buscando reivindicaciones con mayor determinación.

Las mujeres del campo, incluso por encima de la violencia doméstica, adolecemos de la violencia estructural que ejerce el Estado paraguayo al omitir políticas públicas que nos ayuden a alcanzar una mejor calidad de vida. Esto fue explicitado durante el último Congreso de Conamuri en 2017 con un ejercicio de socialización del contexto territorial; allí se detectaron situaciones comunes en los diferentes departamentos representados. Si el escenario en el que desarrollamos nuestro día a día es de falta de educación sexual y reproductiva o de pérdida de semillas para la producción, el actor principal al que hay que reclamar es el Estado, por permitir la acentuación de la desigualdad y, por ende, la violencia.

Desde el trabajo de base, la reflexión política, la producción agroecológica, la idiosincrasia y el sentir campesino e indígena, las mujeres de Conamuri estamos conscientes de que los atropellos por parte del Estado están enmarcados en la lucha por la tierra, pues la descampesinización para la instalación del capital en el campo empieza con privar a las mujeres de la posibilidad de formarse y ser multiplicadoras de saberes y acciones, cercenarlas de derechos y cerrarles puertas para evitar que griten a una sola voz.

Topa jejahéi kuña rekovére

Como Conamuri, la campaña «Basta de violencia hacia las mujeres» nos lleva a marchar cada 25 de noviembre al lado de muchas otras compañeras de redes feministas y movimientos sociales y políticos por el fin de la violencia de género. Esa fecha recordamos a las hermanas Mirabal, quienes fueran violentamente asesinadas por la dictadura de Leónidas Trujillo (República Dominicana), en 1960. Lo hacemos como un acto simbólico en nombre de todas las mujeres del Paraguay y en solidaridad con todas las mujeres y las niñas del mundo, hasta que la transformación de la sociedad sea posible.

En el año 2009 nos sumamos por primera vez a la campaña «Basta de violencia hacia las mujeres del campo» como miembros de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC) y La Vía Campesina; año en el que también cambiamos el color de nuestra bandera, que de blanco y verde pasó a ser violeta, entendiendo esta acción como una primera medida de adhesión al feminismo. Desde ese momento realizamos continuamente actividades de incidencia y formación para identificar los tipos de violencia, reflexionar al respecto y proponer alternativas de lucha contra los mismos, tanto internamente como en alianzas nacionales e internacionales.

Desde la fundación de Conamuri hemos tenido claridad acerca de la necesidad de un espacio de mujeres donde podamos tener participación y protagonismo real, desde el cual decidir y dialogar sobre las violencias que nos atraviesan históricamente como mujeres, más aún al ser campesinas e indígenas empobrecidas y tener que soportar: “…el hambre, la falta de tierra, las diferentes formas de violencia, el analfabetismo, la mortalidad materna, la sobrecarga de trabajo” (Mujeres en rebeldía y resistencia, 2009, p. 16).

Una de las principales banderas de lucha a lo largo de los 20 años de Conamuri es la denuncia de las mujeres por la defensa de la vida ante las amenazas del modelo productivo extractivista del agronegocio que avanza vertiginosamente en el país, el cual resulta incompatible con el modo de ser, de pensar y de producir de las comunidades campesinas e indígenas. Nuestra respuesta ante estas violencias estructurales siempre fue y será la defensa de la vida por medio de la Soberanía Alimentaria, la Agroecología, el rescate de semillas nativas y criollas, la recuperación de los saberes ancestrales y comunitarios que hacen a nuestra cultura e identidad.

La campaña que ahora lleva su nombre en guaraní es la misma que nos anima desde hace diez años a buscar estrategias para incidir en los espacios públicos y visibilizar la violencia de género como un fenómeno que no solo afecta a las mujeres, sino también a sus hijas e hijos, a su comunidad, y, sobre todo, a la sociedad paraguaya al ser sintomático de que las cosas deben, imperiosamente, ser cambiadas.